En el
Ferrolog
hemos podido ver a muchos magos de la tabla larga que con estilo y
fluidez han conseguido deslizarse en armonía con el océano,
perfectamente acompasados con éste que ha intentado en múltiples
ocasiones catapultarles hacia el cielo.
Esconder una tabla de casi 3 metros de largo no es nada fácil.
Es un arte que está solamente al alcance de unos pocos. Aquellos que le han dedicado mucha paciencia y horas al mar.
A todos ellos, el océano ha decido premiarles con una sensación que sólo se puede conseguir sobre la punta de un longboard.
Es algo parecido a volar.