8 de noviembre de 2017

Una maniobra mágica.


Era un mediodía de los raros, las cosas no estaban claras y no sabía muy bien para dónde tirar. El viento estaba entre Pinto y Valdemoro.

Llegando a la playa, con un vistazo desde lejos las cosas no pintaban demasiado bien.

Aparqué el coche con pocas esperanzas y me puse a caminar entre las dunas para ver la zona de la playa más abrigada del viento. Mis pasos fueron lentos.

Al llegar a lo alto de la última duna la pude ver. Entre todo aquel desorden, allí estaba ella, destacando, completamente sóla.

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De repente escuché el ruido de un coche acercándose. Decidí ocultarme tras la duna para no llamar la atención. Desde allí pude ver que era una furgoneta la que se aproximaba. Su conductor decidió aparcar en la misma zona donde yo había dejado minutos antes el coche.

Desde donde había aparcado no se veía la ola. Decidí quedarme agachado entre las dunas, esperando que aquella furgoneta diese media vuelta.

La furgo apagó el motor. Un chico rubio, de piel clara bajó rápidamente. Miró hacia la derecha y luego hacia la izquierda. No vio nada.

El chico decidió entrar en la furgoneta. Pensé que se iría, pero cogió una cazadora y volvió a salir.

Después miró hacia mi coche. Sin lugar a dudas, aquel vehículo allí aparcado le estaba diciendo algo.

Empezó a caminar. Se separó unos diez pasos de la furgoneta. Volvió a mirar hacia la derecha y luego de nuevo hacia la izquierda.

Esta vez las pasadas de su mirada fueron más lentas, intentando encontrar a alguien en el agua, en la orilla o a algún pescador que justificase la presencia de aquel coche allí aparcado.

La duna además de darme cobijo y ocultarme, seguía cumpliendo su otra función. Escondía perfectamente aquella ola de la mirada del curioso furgonetero que se había acercado hasta la playa.

El chico se tapó la nariz con las manos, el viento estaba comenzando a enfriarle la cara. Después dio media vuelta y volvió sobre sus pasos hacia la furgoneta.

En ese momento pensé, "ahora sí, se pira".  Escuché el ruido de la puerta de la furgoneta abrirse.

Me mantuve oculto tras la duna, sin mirar. Esperando escuchar el ruido del motor al encenderse pero no escuchaba nada.

Decidí levantarme de nuevo para ver que pasaba...no contaba con ello.

Fue sin lugar a dudas, una maniobra mágica.

La vio.
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