Mikeldi y Pablo cinchaban al techo de la furgo las tablas de
los cinco integrantes del viaje. En ese momento me di cuenta que empezaba la
aventura, en pocas horas volaríamos hasta Dakar, la capital de Senegal, a la
que llegaríamos sobre las 12 de la noche.
Dicen que cuando pones un pie en África ya vas con retraso y
es algo que pudimos comprobar perfectamente en el aeropuerto de Dakar.
Pasar el control de seguridad llevó su tiempo, encontrar las
maletas no fue tarea fácil y las tablas al final aparecieron.

Abandonar el parking del aeropuerto en coche fue todo un espectáculo, rodeados de coches destartalados pitándose unos a otros. Las reglas de prioridad eran claras, siempre pasaba de primero el que menos tenía que perder.

Abandonar el parking del aeropuerto en coche fue todo un espectáculo, rodeados de coches destartalados pitándose unos a otros. Las reglas de prioridad eran claras, siempre pasaba de primero el que menos tenía que perder.
Desde allí el trayecto fue tranquilo hasta el embarcadero
del barrio de Ngor al que llegamos sobre las 2 de la mañana. En una embarcación de pesca cruzaríamos hasta la
isla de Ngor, nuestro campamento base.
Por suerte siempre hay alguna embarcación de guardia durante
la noche para efectuar el traslado de apenas 5 minutos entre la ciudad de Dakar
y la isla.


En plena oscuridad sólo pudimos apreciar los agradables 25ºC de temperatura de la noche.
Finalmente llegamos al campamento base en la isla de Ngor, una tienda de campaña en la azotea de una casa, estábamos tan cansados que poder descansar mientras la brisa del mar te refresca nos pareció todo un lujo.

Al día siguiente ya pudimos ubicarnos, desde la azotea
teníamos unas vistas estupendas de la isla. Divisando también la ciudad de
Dakkar hacia un lado y la mítica derecha de la isla de Ngor hacia el otro.


Empezamos a disfrutar de la tranquilidad de la isla, su ola y sus playas, con la posibilidad de introducirnos en el bullicio de la ciudad de Dakar a 5 minutos.
Atardecer en la isla. Fotógrafo: Remi Berther.
Las playas, sin duda eran un centro de actividad,
siempre con movimiento de gente.

La vida en Senegal gira alrededor del mar, a pesar de ello, gran parte de la población no sabe nadar. Las peleas por un chaleco podían llegar a ser un espectáculo, en un país donde la lucha senegalesa es uno de los deportes más populares.

La vida en Senegal gira alrededor del mar, a pesar de ello, gran parte de la población no sabe nadar. Las peleas por un chaleco podían llegar a ser un espectáculo, en un país donde la lucha senegalesa es uno de los deportes más populares.
Asentados y con las posibilidades que teníamos por delante
en los próximos días la adrenalina estaba por las nubes.
Al fondo, el hotel por el que descendían Mike Hynson y Robert August en en la mítica película The Endlees Summer (1966).

Al fondo, el hotel por el que descendían Mike Hynson y Robert August en en la mítica película The Endlees Summer (1966).

Remi se unió al viaje en el último momento, se arriesgó a presentarse en el aeropuerto de Madrid sin tener billete, por suerte tuvo sitio y pudo entrar en el avión.
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