Aquel día Nelson se despertó en Cantabria, el mar estaba revuelto y el viento girado. Pero la ilusión no estaba perdida, allí estaba ella: La transcantábrica.
Una carretera que me gusta recorrerla como de costumbre: sin viento norte, con maretón,
sin dormir, con lluvia, sin sentido, con tablas y sin peajes.
Gracias a ella, en menos de una hora Nelson estaba en Asturias, abrigado del viento, con un mar ordenado y un pico definido.
Un placer verle recitar, sin lugar a dudas fue el que más partido supo sacarle a aquel baño.
Pocos tabloneros saben surfear de esa manera. Sin culebrear, esperando turnos y remontando despacio para dejar pillar olas a los demás. Mucho surf.
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