Desde que vendí la Terra me quedó aquella sensación de vacío de cuando le tienes cariño a un coche, sobretodo porque aquel era un coche especial, de esos que cuando lo enciendes todo parece diferente, incluso el tiempo parece que pasa más despacio mientras el resto de vehículos te adelantan a toda velocidad quitándote las pegatinas.
El salpicadero no deja de moverse, el volante y la palanca de marchas vibran y al sentarte en el asiento del piloto, te entra un tembleque mucho más relajante que un spa en ebullición.
Demasiado dificil olvidarte.
Desde entonces siempre me quedó aquella espina clavada, pero el presupuesto no está como para tener un coche de diario y otro para ocasiones especiales.
Sin embargo, programas como joyas sobre ruedas y esas americanadas donde todo lo restauran y queda de lujo, han conseguido que el gusanillo vuelva con más fuerza.
Al final, me he liado la manta a la cabeza con algo más sencillo. Espero que por lo menos tiemble.
Viendo Gas Monkey Garage he aprendido que lo primero, es hacer un boceto de lo que quieres que sea el resultado final del proyecto.
A continución toca ponerse manos a la obra. En mi caso como de restauración de motos no tengo ni idea, he seguido la misma regla que se utiliza para la construcción: "nunca empieces la casa por el tejado".
Cabina de secado.
Cabina de pintado.
Montaje de llantas.
Y llegados a este punto hubo que recurrir a los profesionales del barrio,
Aldo Neumáticos, los cuales acertaron de lleno con las cubiertas.
El antes.
Y el después. Cruzo los dedos, sólo le pido que tiemble.
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