Entre baño y baño, siempre buscaba la zona de la playa donde caían las olas más brutas y más secas.
Foto: Mirar el grosor del labio es algo importante antes de subirle.
Revolcones de escándalo, varias tablas rotas, muchas leches y alguna que otra ola buena. Desde la toalla, el espectáculo estaba asegurado.
Foto: Una de las buenas.
Foto: Me encantaría ver esa foto acuática.
Las olas rompen a escasos metros de la orilla completamente huecas. La mayoría de los bañistas se limitan a mojarse hasta las rodillas en una zona habilitada para ello y vigilada por los socorristas.
Los asiduos a estas playas son conocedores de la potencia del mar en esta zona, las olas empujan con fuerza y las corrientes laterales a ambos lados de cada pico vacían agua de forma constante.
Pocos son los que se aventuran a desafiar al mar en estas condiciones sin tener experiencia, el sonido de las olas al romper intimida a la mayoría de inexpertos.
Por otro lado existe entre los locales un gran dominio de las orilleras, son conscientes de la fuerza que tienen esas olas y han aprendido a dominarlas.
Esa cultura de saber adaptarse a la fuerza de las olas también la han adquirido muchos bañistas, los cuales se han convertido en lobos de mar. Grandes nadadores que dominan a la perfección las corrientes y la fuerza de estas olas con la única ayuda de unas aletas.
Foto: A pelo.
A estos maestros del mar, los socorristas les permiten bañarse en cualquier zona de la playa y es un auténtico espectáculo verles. Hay que estar en muy buena forma física para aguantar una horita entre estas olas y sus corrientes con la única ayuda de unas aletas.
Foto: No es lo mismo verlo que estar allí y hacerlo. Auténticos lobos de mar.
Los socorristas deben de sentir una gran tranquilidad sabiendo que en la playa están rodeados de toda esta calaña.
Foto: Boooomba vaaaa!!
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